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Institucional

In memoriam: Gilberto Rodríguez, ex delantero blanquiazul

El fútbol canario llora la pérdida de Gilberto Rodríguez, uno de sus exponentes más destacados de las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, que falleció este martes en Las Palmas de Gran Canaria, a los 76 años de edad. Originario de Los Silos, donde na

Futbolísticamente fue Gilberto, a secas, hasta 1967, cuando Las Palmas se hizo también con los servicios de Justo Gilberto, circunstancia que obligó a diferenciarles en las alineaciones con ordinales –Gilberto I y Gilberto II–, igual que sucedió en el curso de su despedida, en el Tenerife, al coincidir de nuevo con el centrocampista santacrucero.

En pleno descenso a Segunda División, en 1962, la pujanza de Gilberto en el fútbol local pasó desapercibida para los rectores de la entidad blanquiazul. Por el contrario, durante la disputa de la Liga Interregional de ese año, el técnico grancanario Carmelo Campos vio condiciones en el delantero norteño, que reforzaba al Estrella lagunero después de haberse alineado en el torneo regional de Primera con el Juventud Silense, el equipo de su localidad.    

Hubo que esperar once años para verle jugar con los colores blanquiazules, cuando decidió atender una oferta del Tenerife y regresar a su isla, en 1973. Contaba con 31 años y se veía con condiciones para continuar en Primera, por más que la institución amarilla decidiera concluir un vínculo dilatado y fecundo, que le permitió cursar nueve campañas en Primera y disfrutar del subcampeonato de la Liga 68-69.

Incluso adquirió la condición de internacional con la selección militar de España, en 1967, con la que debutó en la localidad francesa de Nimes. Tenía 26 años, una edad impropia para cumplimentar lo que entonces se denominaban “deberes con la patria”, pospuestos en su caso por haber ostentado antes la condición de mantenedor.

“Cuando me propusieron firmar por el equipo de mi isla natal, lo pensé mucho. No he venido a engañar a nadie. Prometo no defraudar a lo que han creído en mi”, advirtió a su vuelta a Tenerife. Desechaba así tres ofertas de equipos peninsulares, para alegría del tinerfeñismo, que había seguido desde la distancia su sobresaliente proyección en Las Palmas, junto a otros paisanos como José Juan, el citado Justo Gilberto y Martín Marrero.

Aquella temporada 73-74, Gilberto estuvo a punto de repetir la experiencia del ascenso a Primera, como la vivida en Las Palmas en 1964. A las órdenes del uruguayo Dagoberto Moll, formó parte de un equipo lustroso, que combinaba la magia de Jorge y Medina con la brega de Molina, Esteban o Pepito y los goles de Cantudo. “Un equipo con un futuro espléndido”, tal y como lo catalogó Gilberto, que no obstante se quedó a dos puntos del ascenso.

“Me encuentro bien, con velocidad, con fuerzas, y lo que es más importante, con ganas”, advirtió el futbolista en plena competición, entusiasmado ante la reválida que se le presentaba en Tenerife. Seguía buscando puerta, tirando a poco que hallaba la ocasión. Como extremo izquierdo, anotó siete tantos en Liga y uno más en Copa, durante los 34 partidos que acumuló en el año de su regreso. 

“Merecimos subir de categoría. Hicimos una campaña excelente pero faltó la suerte, que es indispensable”, se lamentaba el futbolista norteño al término del campeonato, en el que pudo apreciar cómo en Segunda “se marca más, se va más al hombre, y te encuentras con defensas más duras, más expeditivas”.

Lejos de mermar su ánimo, Gilberto aceptó la oferta de renovación que le hizo la directiva blanquiazul, nada más terminar el curso. “Me han sido mejoradas las condiciones y seguiré en sus filas con mucha satisfacción por mi parte. Están a gusto conmigo y yo con ellos. Así sigo defendiendo los colores de un equipo canario, en este caso el de mi isla natal”, reconoció con la misma ilusión que un juvenil.

Sin embargo, el transcurrir de este segundo ejercicio poco se pareció al precedente. Metido desde el principio en una dinámica adversa, a tono con la crisis institucional que padecía la entidad, el Tenerife ocupó durante toda la primera vuelta posiciones de descenso y se hizo preciso el relevo el entrenador (José María Negrillo por Moll), en los últimos días de 1974. La medida terminó por surtir efecto, aunque su resolución se hizo esperar hasta la fecha final.   

Una vez lograda la permanencia, Colo Santaella, el nuevo presidente, contrató a Felipe Mesones para liderar un proyecto pensado para el ascenso de categoría. Entre las diez bajas que registró el plantel tinerfeñista figuraba la de Gilberto, que había acumulado 26 actuaciones –tres de ellas en Copa– y dos goles. Decidió entonces que llegaba el momento de su retirada del fútbol profesional.

Dos años antes, en el instante de su salida de la UD Las Palmas, el periodista Antonio Lemus sintetizó su trayectoria a modo de semblanza: “Un extremo al que se le recordará siempre por su potencia de disparo, por su punta de velocidad. Sus defectos, que también tuvo, quedaron compensados suficientemente con sus virtudes, que fueron muchas más”. Inmejorable.

Con motivo del fallecimiento de Gilberto, los jugadores del CD Tenerife portarán brazaletes negros en su memoria en la final del Trofeo Teide el próximo sábado ante el RC Celta B En el Estadio Los Cuartos (La Orotava). La capilla ardiente con sus restos se encuentra instalada en el tanatorio de San Miguel de la capital grancanaria, donde mañana miércoles 8 tendrá lugar el sepelio, a partir de las 16:00 horas.

Fototeca: Juan Galarza