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Institucional

In memoriam: Antonio Platero, ex guardameta blanquiazul

La aportación del fútbol norteño al Club Deportivo Tenerife ha sido amplia y fructífera durante su dilatada historia en categoría nacional. Pero tuvieron que transcurrir nueve años para que se produjera el debut de un guardameta de esa comarca en la porte

Originario de Los Realejos, donde defendió los colores de su equipo representativo, Platero dio el salto al Tenerife en el curso del estreno en Primera División, en el mes de enero de 1962, cuando ya se había disputado más de media vuelta de la competición. Las exigencias del servicio militar apartaron a Ñito de la titularidad, de manera precipitada, tras once partidos jugados, y el club tuvo que buscar refuerzos por la vía de urgencia. La coyuntura de que el segundo portero, Cuco, pudiera sufrir una lesión, precipitó la tarea, eligiéndose a dos guardametas de la Isla: el canterano Cándido, del filial Tenerife Aficionado, y el mencionado Platero.

Tras iniciarse en el juvenil San Agustín, Platero había completado con el Realejos cuatro campañas en Primera regional, la última de ellas con Justo Gilberto, que meses antes accedió también al Tenerife, para orgullo de los aficionados norteños. En coincidencia con su llegada al Heliodoro Rodríguez el corresponsal del semanario ‘Aire Libre’ en la zona norte, Salvador Pérez, que firmaba con el seudónimo Paladín, definía sus cualidades: “Buena estampa física, cosa siempre necesaria, principalmente para los balones altos. Agilidad felina. Le hemos visto paradas escalofriantes por esta virtud. Reflejos rápidos y certeros. Todo unido a buena colocación y blocaje”.

A falta de cuatro jornadas para el cierre, el Tenerife estaba virtualmente descendido. Tocaba recibir al Racing santanderino, un rival directo, y solo valía el triunfo. Pero el marcador no se movió, para gloria del visitante, que canjeó el empate por un punto salvador. Encima, Cuco tuvo que retirarse antes del descanso, lesionado en un hombro. Aunque su relevo fue Cándido, Enrique Rabassa decidió que Platero disfrutase también de la dicha del estreno en Primera, en la fecha de despedida de la categoría, ante el Osasuna, en el estadio santacrucero.     

Se impuso el Tenerife (3-1) y el guardameta salió airoso del lance, “con un par de intervenciones de mérito, muy aplaudidas, y algunos golpes de fortuna”, según refieren las crónicas. Entrevistado después del partido, Platero confesaba que se había sentido tranquilo, ayudado por su propio temperamento. De hecho, el técnico catalán siguió contando con sus servicios en el torneo de Copa, donde debía enfrentarse al Real Oviedo, en octavos de final, tras apear al Atlético Baleares.

La ida se jugó en casa y no pudo salir mejor: ganó el Tenerife con claridad (3-0) y Platero apenas tuvo que intervenir. Nada que ver con lo sucedido en Asturias solo tres días más tarde, cuando el cuadro carbayón asedió materialmente el marco defendido por el realejero, que cuajó una buena actuación, pese a los dos goles encajados. Se abría así la puerta de los cuartos de final, ante el Sevilla, que había acabado sexto en la Liga.

Con cuatro bajas significativas (Valero, Ruiz Sosa, Achúcarro y Diéguez), el Sevilla vino con actitud reservona, fiando buena parte de su suerte a la vuelta en el Sánchez Pizjuán. El encuentro acabó en tablas (1-1) y Platero figuró entre los protagonistas mejor valorados. Pero Rabassa le devolvió la titularidad a Cuco, quizá por la experiencia que acumulaba, a sus 36 años, y temeroso de lo que apretaría el Sevilla en su feudo.

Un nuevo empate, esta vez sin goles, obligó a disputar un partido de desempate en territorio neutral. El escenario elegido fue el Metropolitano madrileño, donde el Sevilla (1-0) certificó el pase a semifinales. A la postre sería subcampeón, solo superado por el Real Madrid.

Tras las cuatro actuaciones referidas, Platero no volvió a alinearse con el Tenerife, en las dos temporadas siguientes. Concluida su etapa militar, Ñito se aferró a la titularidad e hizo suyo el marco blanquiazul, hasta su partida a Mestalla, en 1963. Entonces, paradojas de la vida, fue Platero quien tuvo que hacer la “mili”, permaneciendo un año en blanco. Al final de ese periodo, se desvinculó del Tenerife y regresó al Realejos, para fichar más adelante por el Puerto Cruz.

José Antonio Hernández González falleció este martes en La Laguna, a la edad de 77 años. Por este motivo, los jugadores blanquiazules portarán brazaletes negros en el partido que disputarán el domingo en Cádiz, guardándose además un minuto de silencio en su memoria antes del próximo CD Tenerife-Albacete. DEP.