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Especiales

Pepito: alma, corazón y vida blanquiazul

Con 303 partidos jugados con el CD Tenerife, solo Molina, Toño, Felipe y Suso le superan en el ranking de partidos oficiales jugados como blanquiazul. Pepito participó de manera directa en el ascenso de Tercera a Segunda, en 1971, y formó parte del equipo

No olvidaré nunca los aplausos que me daban desde las gradas y que me entraban en el alma”. La confesión de Pepito, pronunciada en junio de 1979, semanas antes de registrarse su baja en el Club Deportivo Tenerife, constituyó el epílogo a una decena de años de servicio al equipo de su tierra. Una década en la que sumó 303 alineaciones con el conjunto blanquiazul –entre Liga y Copa–, cifra que, hoy en día, le mantiene entre los cinco futbolistas con más partidos en la historia de la entidad.

José Reyes Reyes (Santa Cruz de Tenerife, 26 de noviembre de 1949) se formó en dos equipos de barrio, el infantil Santa Fe y el juvenil Tarrasa, antes de pasar al Toscal CF, de la Primera regional. Llamado por el Tenerife en la temporada 1969-70, cuando militaba en Tercera División, su debut se produjo en Badajoz, igual que Domingo y Juan Miguel. Fue el 29 de marzo de 1970, en El Vivero pacense, donde se iniciaría esta dilatada singladura como tinerfeñista.

Coraje, entusiasmo y valor sobresalen en el perfil deportivo de Pepito como sus grandes virtudes, reconocidas tanto por los entrenadores que le otorgaron la confianza como por aquellos aficionados que aplaudían su empuje y tesón. Un derroche físico inigualable, con el que suplió sus carencias técnicas.

De la mano de Javier García Verdugo, en el curso 1970-71 se hizo con la titularidad y participó de manera directa en el ascenso a Segunda, dentro de un once clásico en la historia blanquiazul: Domingo; Lesmes, Molina, Pepito; Esteban, Cabrera; Juanito, Manolo, Jorge, Mauro y Morales. El preparador talaverano empezó alineándolo como interior derecho o lateral, en ambos lados de la defensa, habida cuenta de su polivalencia.

Con la llegada de Héctor Núñez, el futbolista se consolidó entre los fijos del equipo en la división de plata, igual que sucediera con Moll, Negrillo, Mesones y Sanchís. En el libreto de jugadas a balón parado aplicado por el preparador uruguayo figuraban los penaltis, los lanzamientos de esquina, los libres directo e indirecto y los saques de banda. Y para estos últimos tenía a Pepito, en la modalidad del lanzamiento colgado sobre el área, como si se tratara de un córner: despedía el balón con sus manos a una distancia no menor de 30 metros.

Su definitiva reconversión como centrocampista de brega y despliegue físico se produjo con la llegada de Dagoberto Moll. Afianzado en dichas funciones, todos los entrenadores que pasaron por el banquillo blanquiazul lo dedicaron a esa demarcación, en la que tuvo un papel decisivo en el instante del que Pepito guarda mejor recuerdo: cuando el Tenerife, todavía en Segunda, eliminó al Real Madrid del torneo de Copa, en la temporada 1975-76.

“Tengo muy buen recuerdo del partido de ida de esa eliminatoria, aquí, y ¡cómo no!, del encuentro de vuelta. Para mí fue un día grandioso”, ha señalado respecto a aquellos choques de octavos de final, primero en el Heliodoro Rodríguez (2-0) y luego en el Santiago Bernabéu (1-0). En la ida fue alineado entre los titulares: Lanas; Juan Miguel, Molina, Lesmes; Esteban, Pepito; Román, Gilberto, Jorge, Illán y García Murcia. Otro once de leyenda.

Por el contrario, a Pepito le tocó vivir, dos años después, el sinsabor del primer descenso a Segunda B. El 7 de mayo de 1978, en La Romareda, una derrota ante el Zaragoza certificaba de de manera automática la pérdida de categoría. Daba comienzo un calvario en la división de bronce que se prolongaría por espacio de cinco temporadas. Tras la primera de ellas, Pepito abandonó el club y acabó regresando al Toscal. Con 303 partidos vistiendo los colores blanquiazules, solo Alberto Molina le superaba en el ranking de la regularidad.

 “He vivido siempre para el fútbol, me he cuidado y, gracias a Dios, no he tenido ninguna lesión de importancia. Llevo muchos años en el CD Tenerife y siempre me he entregado en defensa de sus colores”, afirmó en vísperas de su salida de la institución tinerfeñista. Sin haber alcanzado todavía la treintena, a Pepito le quedaba cuerda y siguió jugando una década más. Entre los siguientes destinos figuraron –además del Toscal– el San Andrés, el Salud y el Tamaimo, donde acabó por colgar las botas, con más de 40 años de edad. 

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Fototeca: Juan Galarza

*Área de Proyectos Históricos de la Fundación Canaria del CD Tenerife