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Centenario CD Tenerife

Ofrenda floral ante la tumba del exfutbolista Ángel Arocha

Una representación del CD Tenerife y familiares de la primera gran leyenda del tinerfeñismo le rinden un homenaje en el cementerio de Santa Lastenia, al cumplirse 80 años del traslado de sus restos mortales desde tierras catalanas, donde había fallecido,

El día 22 de enero de 1942, Tenerife vivió una manifestación popular en homenaje a Ángel Arocha Guillén. Tres años y medio después de su óbito en Castelló de Farfaña (Lérida), acaecido el 2 de septiembre de 1938, los restos del exfutbolista recibieron sepultura en el camposanto santacrucero, cumpliéndose así el deseo de la familia: que su última morada fuera la tierra que lo vio nacer.

Durante el emotivo acto celebrado este sábado en Santa Lastenia, la vicepresidenta segunda del CD Tenerife y secretaria general de su fundación, Milagros Luis, junto a una representación familiar, integrada por sus sobrinos Antonio de la Hoz Arocha y Clara María Mendoza Arocha, y su sobrina nieta  Noemí de la Hoz Hernández,  depositaron una corona de flores ante la tumba de Ángel Arocha.La cita contó además con la presencia del responsable de Proyectos Históricos de la Fundación, Juan Galarza.

El encuentro sirvió para rememorar aquel acto celebrado 80 años atrás, tras la llegada de los restos mortales a bordo de la motonave “Ciudad de Palma”, procedente de Barcelona, en la noche previa. a las 11 de la mañana se formó en el muelle principal la comitiva fúnebre, presidida por los hermanos del laureado deportista, además del gobernador civil de la provincia, jefes del Ejército y del Cuerpo de Intendencia, al que perteneció el finado, entre otras autoridades.

Bajo los acordes de la Banda de Música de la Capitanía General de Canarias, el séquito avanzó hacia el Hospital Militar, en la confluencia de las calles Galcerán y Ramón y Cajal, integrado por un gran gentío, con representaciones de las sociedades y organismos deportivos, tanto de Tenerife como de Las Palmas, y cientos de aficionados.

Durante todo el trayecto, el féretro con los restos de Arocha, envuelto en la bandera nacional, fue llevado a hombros hasta el citado centro sanitario. “A su paso por la calle del Castillo, el comercio, en señal de duelo, cerró sus puertas”, según se recoge en las páginas del periódico “El Día”.

Asimismo, el rotativo informó de que “todas las entidades deportivas, como póstumo homenaje al caballero deportista, enviaron coronas de flores naturales”. Una vez llegados a la plaza del Hospital Militar, la comitiva prosiguió hacia el cementerio de Santa Lastenia, “con  gran número de amigos y compañeros del extinto”.

Finalizada la ceremonia, los familiares de Ángel Arocha hicieron constar su “infinito agradecimiento por las muestras de afecto y simpatía recibidas de las autoridades y de todos los sectores sociales, con motivo del traslado de sus restos”.

El relato de su muerte
En coincidencia con la llegada de los restos, “El Día” publicó en su portada una breve narración sobre las últimas horas de vida de Ángel Arocha, firmada por Julio Fernández, amigo del infortunado, con quien coincidió en el frente. Aunque no llegaron a jugar juntos, uno y otro habían formado parte de aquel Tenerife de los años 20, el segundo, como guardameta.        

“Conducía un pequeño convoy desde de Castelló de Farfaña a Roselló aquella tarde del 2 de septiembre de 1938. Día apacible, tranquilo, iluminado por un sol radiante. A lo lejos, el característico ruido de un avión que se acerca rápidamente al convoy. Lo enfila. Ante la inminencia del peligro, Ángel Arocha, veterano en la guerra, quizá es el único que no pierde serenidad. Ordena el cuerpo a tierra fuera de la carretera. Él mismo se tiende en una poco profunda —desgraciadamente— zanja de riego. Cayó una pequeña bomba cerca de él. Segundos después, el avión se perdía de vista.

Gravemente herido fue conducido por sus compañeros a un equipo quirúrgico cercano. En ese día tranquilo fue posible dedicarle los máximos cuidados de la ciencia. Todo inútil. Los médicos de los cuerpos dejaron paso a un médico del alma. Ángel, pleno de lucidez, al ver al sacerdote, preguntó:

— ¿Pero es que me voy a morir?

En la mañana del siguiente día varios amigos y compañeros fuimos al Equipo a recoger sus restos. Allí todos conocían a Ángel. Para dos de los médicos era una figura familiar, por haberlo visto actuar en la cancha del Barcelona. Para todos, un nombre popular.

Una hermanita nos llamó aparte.

— Es la muerte más edificante que he visto —nos dijo—. No perdió la lucidez en ningún momento. Cuando comprendió su próximo fin, no desesperó. "Si Dios lo ha dispuesto así...". A intervalos, unos dolores agudos le desesperaban. Pasada la crisis, me pedía perdón por haber desobedecido la orden de estarse quieto. Y sonreía. Así expiró, con la sonrisa en los labios... Dios le tenga en su Santa Gloria.

El 3 de septiembre fue muy penoso para nosotros. En un féretro lo sacamos del Equipo. Se le rindió un homenaje mudo de respeto. Sencillo pero de extrema emoción. Ya en la camioneta y a lo largo de todo el recorrido hasta Castelló de Farfaña, un violento temporal de lluvias nos obligó a hacer varias paradas para retorcer nuestros uniformes y secarlos al calor de la lumbre.

Ya en Castelló de Farfaña, se hizo el entierro. Gran número de compañeros y paisanos le acompañamos hasta el cementerio del pequeño pueblo catalán. Nadie se preocupaba de la abundante lluvia, que resbalaba por los rostros, uniéndose a las lágrimas que se agolpaban a nuestros ojos”.

Hasta su retirada en 1940, Julio Fernández simultaneó la práctica deportiva con la escritura en el diario “La Prensa”. En septiembre de 1943 fundó el semanario “Aire Libre”, que se mantuvo en los kioscos hasta abril de 1965.

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