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Historia

Los tres presidentes que modelaron el Estadio

El ‘Stadium’ inaugurado en 1925 y las reformas posteriores se deben al empuje de los rectores tinerfeñistas Juan Muñoz Pruneda, Heliodoro Rodríguez López y Javier Pérez y Pérez.

Información y fotografías: Acan

Foto de apertuda: desde la izquierda, Juan Muñoz Pruneda, Heliodoro Rodríguez López y Javier Pérez (RAMÓN ALONSO / ISRAEL BRITO).

El primitivo Stadium, su primera reforma y la disposición actual se deben en buena medida al impulso de Juan Muñoz Pruneda, Heliodoro Rodríguez López y Javier Pérez y Pérez, tres presidentes del CD Tenerife que bregaron por conseguir que el coliseo blanquiazul –próximo a cumplir este viernes, día 25 de julio, su primer centenario– respondiera a la demanda de las épocas en la que rigieron los destinos del representativo. Promotor y diseñador del recinto original que se asentó sobre la finca de la familia Cañadas (Muñoz Pruneda), impulsor de la remodelación que dobló su aforo veinticinco años después de su inauguración (Rodríguez López) y hacedor de la década mágica del CD Tenerife que acabó de convencer al Cabildo Insular para llevar a término el proyecto de Carlos Schwartz iniciado en 1988 (Pérez y Pérez), la labor de estos tres dirigentes permite entender las tres épocas que, en términos constructivos, ha vivido el Estadio de (y del) CD Tenerife.

Juan Muñoz Pruneda (1896-1969).- Ingeniero militar y constructor, no formó parte de la directiva fundacional del club, pero accedió a la vicepresidencia en octubre de 1923, seis meses antes de que relevara a Mario García Cames para convertirse el 1 de febrero del año siguiente en el segundo rector en la historia del club. Unas semanas antes ya formaba parte del comité formado para promover la construcción de un estadio que sustituyera al pequeño campo de la calle Miraflores (propiedad de la familia Caulfield), inapropiado para un club que ya contaba por miles su masa de seguidores. Al frente de la entidad, Muñoz Pruneda redactó el proyecto de construcción del nuevo recinto e impulsó la campaña la suscripción de tres mil obligaciones de 100 pesetas (0,6 euros) para cubrir un empréstito emitido por el club para financiar la adquisición de los terrenos y la obra civil. A través de su empresa Ley y Compañía, Muñoz Pruneda desembolsó 20 000 pesetas (cerca de 3 600 euros a valor actualizado). Fue el cuarto mayor aportante del grupo de 335 particulares y firmas comerciales –liderados por el empresario Sixto Machado Pérez-Ventoso– con el que se reunieron 256 500 pesetas (unos 1 541 euros de hoy) con los que se pagó una parte del coste de los terrenos (600 000 pesetas de entonces). A lo recaudado por el Comité pro-Stadium se añadió un préstamo de la Caja General de Ahorros –luego CajaCanarias– en el que la buena relación de Muñoz Pruneda con el arcipreste Herráiz Malo (consejero de la entidad bancaria y reconocido futbolero) obró como engrase para terminar de reunir los fondos que permitieron la construcción y apertura del primer Stadium con un aforo de 7 000 espectadores sentados y gradas en sus dos laterales.

Heliodoro Rodríguez López (1889-1950).- Sexto presidente del CD Tenerife. Fue jugador del antecesor Sporting Club Tenerife y en 1930 ya era directivo de Pelayo López Martín-Romero (regidor en dos periodos entre 1927 y 1939), del que acabó siendo mano derecha y al que sucedió el 20 de mayo de 1939. Tras cesar entre agosto y octubre de ese mismo año por represalias del régimen franquista, dedicó el resto de su presidencia a pensar en un CD Tenerife en grande. Así, recuperó para la entidad la propiedad del Stadium (embargado y adjudicado a la Caja General de Ahorros en plena guerra civil) y para el equipo blanquiazul a Bernardino Semán –85 goles en 95 partidos oficiales y uno de los futbolistas canarios más dotados del siglo pasado–, con lo que consiguió la supremacía canaria con tres títulos regionales seguidos (1941-1943). Padre de un hijo homónimo (Rodríguez González) que jugó de blanquiazul y luego fue alcalde de la capital, Rodríguez López murió como presidente en ejercicio dejando encaminados los últimos retos que se impuso como rector del tinerfeñismo: terminar la obra de remodelación del Stadium –proyecto encargado al arquitecto José Enrique Marrero Regalado– y ver al equipo blanquiazul en las categorías nacionales. Antes de fallecer repentinamente el 4 de marzo de 1950, pudo asistir a la inauguración de las nuevas gradas de General (hoy San Sebastián) y de Preferencia (Tribuna), cubierta esta última por una visera. Dos meses después, al CD Tenerife se le dejó jugar por primera vez por el ascenso a Segunda División. Gracias, también, a Heliodoro Rodríguez López, quien desde hace 75 años –y por iniciativa promovida por los clubes insulares rivales– da nombre al estadio que en tres días cumple un siglo de vida.

Javier Pérez y Pérez (1946-2004).- Decimonoveno regidor del club, al que presidió más de 16 años entre 1986 y 2002. Exdirectivo de José López Gómez, le sucedió en el cargo recogiendo un club endeudado –al borde la desaparición– y en Segunda División B (actual Primera Federación). En tres temporadas lo sacó del pozo para conducirlo hasta el segundo ascenso a Primera División. Aquella gesta impensable abrió una década mágica de futbolistas inolvidables (Felipe, Redondo, Pizzi, Jokanovic…) con dos quintos puestos en la Liga y sendas participaciones (93-94 y 96-97) en la Copa de la UEFA (hoy UEFA Europa League), en la que estuvo a un paso de disputar el título en su segunda comparecencia. Por el camino, Pérez hizo valer su optimismo visceral y su facilidad para conectar con el aficionado, rearmando el sentimiento birria y haciendo ver a dos presidentes del Cabildo Insular –José Segura (1983-1987) y Adán Martín (1987-1999)– la necesidad de acometer una profunda remodelación del Heliodoro. Durante su mandato, entre 1988 y 2001 fue tomando el aspecto que luce hoy el Heliodoro Rodríguez López, un Estadio con dos graderías y un perímetro simétrico que responde al diseño del arquitecto Carlos Schwartz. Y al anhelo de Javier Pérez, un visionario que también pensó en un futuro de cantera con la compra de los terrenos que hoy albergan la ciudad deportiva de Geneto-Los Baldíos que lleva su nombre.

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Obras de construcción, en 1949, de la grada de Tribuna según el proyecto de Marrero Regalado.

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