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Institucional

El artífice de un ‘milagro’

Adelantamos un extracto del capítulo dedicado a Benito Joanet en el libro ‘El ascenso que transformó al CD Tenerife. Apuntes para la historia’, escrito por el periodista Luis Padilla de 'AYB Editorial' y que será publicado en próximas fechas.  

Benito Joanet, “el tío Benito”, “el míster”, “Benito”, “Bendito Joanet”, “Joanet, Joanet y Joanet”... Preguntados los futbolistas de la plantilla consultados para elaborar este libro por las claves del ascenso del Tenerife 88-89, todas las respuestas confluyen en una dirección: la unión del vestuario. Y si a los jugadores se les obliga a elegir a un artífice del éxito, sólo hay una respuesta. Y ya se ha visto que, aunque las contestaciones se puedan expresar de múltiples formas, desde el correcto “el míster” al más coloquial “el tío Benito”, todas tienen un único destinatario: Benito Joanet Jiménez, el entrenador de aquel grupo que se convirtió en una familia y que logró un éxito que cambió la historia de la entidad.

Joanet llegó a la Isla tras más de una década como futbolista profesional, repartida principalmente entre el Español de Barcelona y el Deportivo de La Coruña, cerrada con una curiosa transición hacia los banquillos: con 35 años, inició el curso 70-71 como portero titular del Deportivo a las órdenes de Roque Olsen y lo acabó como técnico del Fabril (filial del cuadro coruñés) y ayudante en el primer equipo de Arsenio Iglesias, que mediado el curso dio inicio en Riazor a lo que luego sería una larga y exitosa trayectoria como entrenador. Conviene aclarar que aquel Depor 70-71 ascendió a Primera División, por lo que el tándem Iglesias-Joanet se mantuvo dos años más en La Coruña, ambos en la élite.

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Y en esa temporada 77-78, tras trece jornadas y con el Hércules en zona de descenso, Joanet pasó a ocupar la máxima responsabilidad. Y saldó su estreno con éxito: una agónica permanencia en la élite al empatar en la última jornada ante el Burgos (0-0), un resultado que garantizaba a ambos la salvación. El choque pasó a la historia como el pacto del Rico Pérez, pero el técnico asegura que “lo que hubo fue miedo. Y más tras ha haber empatado dos semanas antes en casa contra el Espanyol un partido que teníamos ganado”. Conviene recordar que durante esos años de Joanet en Alicante, los seis meses finales ya como primer entrenador del cuadro alicantino, el nueve del Hércules era José Antonio Barrios.

El dato no es anecdótico porque diez años más tarde, siendo Barrios el secretario técnico del Tenerife, promovió el fichaje de Joanet como preparador del conjunto blanquiazul para la temporada 88-89. Y lo hizo a pesar de que el entrenador elegido venía de descender a Segunda División B con el propio Hércules, aunque tras hacerse cargo del equipo alicantino en zona de descenso con el curso ya avanzado. Eso sí, el técnico catalán había sumado antes dos ascensos a Primera División con el Castellón 80-81 y el Cádiz 84-85. “Más que por unos resultados, la clave es que Barrios conocía mi seriedad y mi dedicación al trabajo”, recuerda Joanet, que en la Isla también sufrió algunos contratiempos.

Así, en pretemporada, padeció el repentino deseo de abandonar el equipo de Salva “porque me ahogo en la Isla”, que se resolvió con el fichaje de Belza. Pero la derrota ante el Marino (1-2) en la final del trofeo Teide ya provocó críticas. Y el inicio liguero, con una única victoria –ante Las Palmas, eso sí– en los cinco primeros choques en el Heliodoro no ayudó a generar confianza. En la última de estas citas en la Isla, un 0-0 ante el Rayo, el técnico fue silbado por la grada cuando a media hora del final sustituyó a los dos delanteros titulares, Rommel y Perico Medina, para dar cabida a Chalo y Lope Acosta. “Eran los jugadores idóneos, pues estaban frescos y tienen velocidad, mientras que Rommel y Perico estaban cansados”, explicó.

Su razonamiento no fue bien acogido por la prensa y, una semana después, la goleada (4-0) sufrida en Jerez olía a sentencia. “Ha sido un varapalo”, reconoció el técnico. Sin embargo, el equipo se repuso con seis victorias ligueras seguidas, mientas eliminaba al Castellón en la Copa del Rey. “Fue un momento clave de la temporada, pues nuestro buen comportamiento como visitante hizo que tuviéramos confianza. A partir de ahí, sólo nos faltaba el apoyo de nuestra afición, que lo tuvimos con creces”, explica Joanet, que en esa racha de triunfos también padeció las lesiones de Perico Medina y Mínguez, ésta última de larga duración. “Fue lo peor del curso, pero también un episodio que reflejó el compañerismo de los futbolistas”, agrega.

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“A partir de ahí”, rememora, “asegurar la promoción ante el Castilla y ganar al Figueras en el cierre liguero nos supuso un esfuerzo adicional, pero nos sirvió para mantener la concentración. Y en la promoción, el equipo sacó fuerzas de donde no había y goleamos al Betis en un partido maravilloso, con gran superioridad”. Ante una cita a la que el Tenerife acudía como novato y el Betis con jugadores expertos, los blanquiazules contaban con la baza Joanet, que en su etapa como portero del Español de Barcelona –así se llamaba el equipo durante el franquismo– disputó hasta tres promociones de ascenso o permanencia consecutivas, a la que sumaría otra más con el Europa.

“Son partidos distintos, en los que te juegas toda la temporada en 180 minutos y en los que tiene mucha importancia el aspecto mental”, explica Joanet, que como futbolista saldó con éxito tres de esas cuatro promociones. Una de ellas le valió para subir a la élite con el Español 62-63 que dirigía Heriberto Herrera, artífice del anterior ascenso del Tenerife a Primera División. “Era un técnico excepcional y para mí resultó entrañable poder sucederle en esa relación de entrenadores que habían llevado a la Isla a la máxima categoría”, agrega el entrenador catalán, que tuvo la oportunidad de saludar a uno de sus maestros en conversación telefónica desde el mismo césped del Villamarín, “en uno de los momentos más emocionantes de aquella noche”.

Con cuatro ascensos a Primera División y tres descensos a Segunda División como futbolista, Joanet dice que le ha tocado “vivir de todo, aunque el resumen sería que como jugador se disfrutan más los éxitos y se sufren menos las derrotas”. Como técnico, sin embargo, tras el 4-0 logrado ante el Betis en el partido de ida de la promoción, en medio de la euforia general le tocó decir en rueda de prensa eso de “no está todo hecho”, aunque recalcó sentirse “sumamente orgulloso de los jugadores”. Pasadas tres décadas, el técnico catalán cree que “la clave estuvo en que les plantamos cara, en que no nos dejamos avasallar por su nombre y su palmarés, pues el Betis tenía una plantilla llena de internacionales”.

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Cuatro días después del ascenso, en una comida con los medios informativos en el restaurante La Taurina (Tacoronte), conocida ya su decisión de abandonar Tenerife, Joanet reconocía haber vivido “un tobogán de emociones, desde la euforia desbordante de haber logrado el ascenso a la tristeza y hasta la impotencia que he sentido al tratar de explicar mi decisión de no seguir en el club, con el temor incluso de que se piense algo que nada tenga que ver con la realidad”. “Es una decisión madurada durante dos meses y no he tenido tiempo de arrepentirme”, dijo entonces. Sin embargo, tres décadas después admite que “rechazar aquella oferta de renovación que en su día me hizo el Tenerife fue un error”.

“Es uno de esos errores que uno comete en la vida, pero de los que sólo te das cuenta pasados los años, pues en aquel momento sentía que no podía quedarme en el Tenerife porque no me consideraba apto para reformar la plantilla. Era necesario hacer muchos cambios para competir en Primera División, pero a mí me daba pena prescindir de aquellos jugadores que habían logrado el ascenso y que habían rendido a un nivel sobresaliente para que llegaran otros con más nombre, pues les tenía mucho cariño y también mucho respeto”, explica. De hecho, no ofreció el habitual Informe de la plantilla. “No puedo dar una opinión desfavorable de ningún jugador de una plantilla con la que he convivido un año inolvidable y para la que sólo tengo alabanzas por su comportamiento y rendimiento”, se justificó.

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“Yo es que siempre me sentí muy querido en la Isla. Recuerdo que a veces cogía un taxi o me tomaba un café y no me querían cobrar. Me pedían un autógrafo o una foto dedicada de un jugador y no me dejaban pagar”, agrega el entrenador catalán, quien recuerda al Tenerife 88-89 como “un equipo muy difícil, contra el que costaba jugar, algo que se logró gracias a una plantilla que fue muy profesional y se entregó al máximo”. Además, aclara que, “en aquel curso, nadie me dijo que el objetivo fuera el ascenso, pero tampoco que no lo fuera”. Y dentro de una filosofía de ir “partido a partido”, sí había diferencias a la hora de “querer ganar siempre en casa” y “ser un equipo difícil de batir fuera, aunque sin renunciar al gol”.

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Treinta años después recuerda a Javier Pérez como “un hombre encantador, que le daba confianza al entrenador, un genio que se anticipaba a lo que podía pasar”. Y hasta se siente “partícipe en parte de los éxitos posteriores del Tenerife”. De hecho, al evocar aquella campaña surgen un sinfín de anécdotas como la peregrinación que hizo a Candelaria para cumplir una promesa con la Patrona de Canarias. “Le prometí que si ganábamos dos partidos de visitante que teníamos seguidos, iba caminando a verla desde el Heliodoro. Y como le ganamos al Barcelona Atlético y al Lleida, en la primera ocasión que tuve, al acabar un entrenamiento me puse mis zapatillas y unos vaqueros cómodos... y a caminar”.

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“Personalmente, la Isla me dejó una huella muy grande porque tres años después de aquel ascenso [tras dirigir a Espanyol, Salamanca y Las Palmas, sin completar la temporada en ningún caso] ya me retiré, por lo que el impacto que dejó aquella campaña con el Tenerife en el resto de mi vida ha sido mucho mayor”, agrega un técnico que tiene claro que “la clave del ascenso fue la unión de aquel vestuario durante todo el año, en los buenos y los malos momentos, con una mayoría de jugadores canarios, que no fallaron nunca”. Palabra de Bendito Joanet, que en 2013 superó un cáncer de pulmón y vive junto a su esposa en Alicante, “una tierra que me acogió muy bien y que la siento como si fuera mía”.

Palabra también de un entrenador que treinta años después, al escuchar la palabra Tenerife piensa en “una Isla en la que fui muy feliz y en la que pasé un año de mi vida en el que, profesionalmente, alcancé unas metas que no habría ni soñado”.

DEP